DE LA COMPRENSIÓN INTELECTUAL A LA INTEGRACIÓN EMOCIONAL

DE LA COMPRENSIÓN INTELECTUAL A LA INTEGRACIÓN EMOCIONAL

DE LA COMPRENSIÓN INTELECTUAL A LA INTEGRACIÓN EMOCIONAL

UN ENFOQUE TERAPÉUTICO

por Javier de Ezcurra

Facilitador de reconexión personal

Constelaciones Familiares – Bioneuroemoción – Coaching Vocacional

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En todo proceso terapéutico, tarde o temprano nos encontramos con una brecha que puede resultar desconcertante: entendemos el origen de nuestro conflicto, vemos con claridad los patrones que lo sostienen, pero seguimos sintiendo el peso de la emoción atrapada. Es como si hubiéramos desenmascarado al problema, pero este, lejos de disolverse, sigue presente, inevitable.

Esta distancia entre la comprensión intelectual y la asimilación emocional puede generar frustración y hacernos dudar del proceso. ¿Por qué, si ya entendí lo que me pasa, sigo sintiéndome igual? ¿Qué falta para que el cambio se haga real?

Para ilustrarlo, pensemos en esta metáfora:

Estás en un barco, a 1000 metros de la costa. Desde allí, podés ver la ciudad a la que querés llegar: el puerto, la costanera arbolada, los edificios y las montañas del fondo. Tenés una visión clara del destino, pero aún no estás dentro de la ciudad. Sabés que está ahí, pero no la habitás.

Este barco representa la comprensión intelectual: sabemos a dónde queremos llegar, reconocemos las estructuras y los caminos que nos llevan allí. Sin embargo, hasta que no pisemos tierra firme, sintamos las calles y nos sumerjamos en la vida de la ciudad, no podremos decir que realmente estamos en ella.

El desafío terapéutico, entonces, es cruzar esa distancia sin desesperarnos. ¿Cómo lo hacemos? Aquí algunos puntos clave.

1. Aceptar el Ritmo del Proceso

El entendimiento intelectual es el primer gran paso, pero el cuerpo y las emociones tienen sus propios tiempos de integración. No se trata solo de saber algo, sino de vivirlo de una manera diferente.

El cambio real no sucede de un día para el otro porque el sistema emocional necesita seguridad antes de soltar viejos mecanismos. Así como no podemos forzar al viento para que empuje más rápido nuestro velero, tampoco podemos apresurar la transformación interna.

La clave acá es la paciencia: en lugar de frustrarnos, podemos recordarnos que el hecho de estar en camino ya es un logro.

2. Vincular la Comprensión con la Experiencia Corporal

Las emociones no se procesan desde la mente, sino desde el cuerpo. Mientras la comprensión ocurre en el plano racional, la transformación se da cuando sentimos esa verdad en lo profundo.

Para acortar la distancia entre el barco y la ciudad, es útil involucrar el cuerpo en el proceso:

  • Practicar respiraciones conscientes o meditaciones que nos ayuden a registrar lo que sentimos.
  • Explorar terapias corporales como el yoga, el movimiento o el masaje.
  • Usar técnicas de anclaje, como colocar una mano en el pecho, la garganta o el plexo para reconocer una emoción y permitirnos sentirla sin juicio.

Cuando le damos un espacio físico a lo que ocurre dentro nuestro, la emoción comienza a integrarse de manera más orgánica.

3. Evitar la Autoexigencia y la Impaciencia

Muchas veces nos castigamos porque creemos que “deberíamos” haber avanzado más. Pero si nos presionamos para llegar antes de tiempo, generamos una resistencia mayor.

Es fundamental recordarnos que cada persona tiene su ritmo y que la profundidad de una transformación no se mide por la rapidez con la que sucede, sino por la solidez con la que se establece y permanece.

Podemos cambiar el diálogo interno de “tendría que haber superado esto” a “estoy en proceso y cada paso que doy es valioso”.

4. Practicar la Coherencia entre Pensamiento, Emoción y Acción

A veces, el tránsito desde el barco a la ciudad se hace más largo porque nos quedamos estancados en la reflexión, rumiando, sin pasar a la acción.

Si comprendemos un patrón, pero seguimos actuando igual, el cuerpo no recibe señales de que la transformación es segura. En cambio, cuando tomamos pequeñas decisiones alineadas con la nueva comprensión, el sistema emocional empieza a creer en el cambio.

Por ejemplo: si entendimos que nuestro miedo al rechazo proviene de una herida de la infancia, pero seguimos evitando expresar lo que sentimos, la emoción no encuentra espacio para transformarse. En cambio, si damos pequeños pasos para comunicar con más autenticidad lo que nos pasa, aunque sea en situaciones muy simples, nuestro sistema comienza a sentirse más seguro con la nueva realidad.

5. Acompañarnos con Compasión

Todo cambio interno implica transitar momentos de incertidumbre. La compasión hacia nosotros mismos es una herramienta clave para no quedar atrapados en la frustración.

  • ¿Cómo nos hablaríamos si fuéramos un hijo o un amigo atravesando este proceso?
  • ¿Podemos permitirnos reconocer nuestro esfuerzo sin minimizarlo?

La ternura con uno mismo es el puente que nos ayuda a cruzar la distancia sin sufrimiento innecesario.

Conclusión

El viaje terapéutico no es lineal ni instantáneo. Comprender es un gran paso, pero encarnar esa comprensión en la emoción y la vida cotidiana es otro proceso que lleva tiempo.

El desafío es transitar esa distancia con paciencia, compasión y pequeñas acciones que nos acercan a la ciudad que queremos habitar. Porque, al final, el cambio real no se trata solo de llegar a destino, sino de aprender a navegar con confianza en nuestro propio proceso.


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